Sobre mí

Estudié danza en The Julliard School de Nueva York, donde obtuve mi BFA (Licenciatura en Bellas Artes) en 1992. Aunque estudié para ser artista, pronto me sentí cautivado por los entresijos del arte. Durante más de tres décadas dediqué mi profesión a apoyar a artistas como Merce Cunningham, Stephen Petronio, Mikhail Baryshnikov, Juliette Binoche, Ivo Van Hove, Robert Rauschenberg, Charles Atlas, Mark Seliger, Daniel Arsham, Ferran Carvajal, Taylor Mac, Sigur Ros; e instituciones artísticas como Brooklyn Academy of Music, The Joyce New York, UCLA Royce Hall, Mercat de les Flors, Fundació Antoni Tàpies, Merce Cunningham Trust, John Cage Trust, Barbican London, Dia:Beacon, Walker Arts Center, entre otras, como productor en diversos proyectos. 


En 1998, comencé a trabajar para el bailarín y coreógrafo Merce Cunningham, que entonces tenía 79 años. En aquel momento, Cunningham ya necesitaba ayuda para andar. Al principio, el hombro de un acompañante (a menudo el mío) y, después, un bastón. Durante sus últimos años, estuvo prácticamente confinado a una silla de ruedas. A menudo cenábamos juntos; fue en su cocina y la del compositor John Cage donde aprendí a cocinar. Acompañarlo del trabajo a su casa, a sus actuaciones, reuniones, ruedas de prensa y de gira significaba ser, a menudo, el hombro en el que se apoyaba, o quien empujaba su silla. En resumen, empecé a sentir los incómodos efectos físicos de SU envejecimiento en MI cuerpo. Fisioterapeutas, osteópatas y quiroprácticos siempre fueron de ayuda, pero resultaron ser una solución a corto plazo para lo que podría convertirse en un problema a largo plazo.


Mi primera introducción al Pilates fue a los 17 años, cuando vivía en Miami, en el loft de Dale Russel, fisioterapeuta en el Miami City Ballet. Mi cama estaba junto a un Reformer y un Cadillac. Dejaba mi mochila con las medias y leotardos sobre la Silla Wunda cuando volvía a casa por la noche. Durante mi tiempo en Juilliard pude ver de primera mano los beneficios del pilates en otro grupo de atletas: los bailarines del New York City Ballet, con quienes compartíamos estudios de danza. Un año antes de comenzar a sentir el deterioro de mi propio cuerpo, como consecuencia de acompañar a Cunningham en sus desplazamientos, estuve desarrollando un Programa de Bienestar para los bailarines en de su compañía. A través de este trabajo, el pilates se convirtió en mi salvación y, durante los siguientes 30 años, asistí a clases privadas en Nueva York y otras partes del mundo. A menudo me preguntaba cuál podría haber sido la condición física de Merce si hubiese reforzado su práctica de danza con Pilates, el método terapéutico basado en el movimiento que ya adoptaban muchos otros bailarines y coreógrafos.


Supongo que era inevitable convertirme en instructor profesional de Pilates. Las giras y las producciones a gran escala me siguen atrayendo, pero trabajar en Pilates, con cada cliente de forma individual, me da una mayor satisfacción. Ayudar a alguien a conseguir su mayor potencial por mérito propio, aportar mi visión y proporcionar una práctica de movimiento basada en décadas de investigación por parte de Joseph Pilates, es apasionante.


ÀligaPilates debe su nombre a la pintura de Robert Rauschenberg que Cunningham me dejó en su testamento. En el centro de la obra hay un Águila (Àliga en catalán). Gracias a la generosidad de Katherine Hayes, esta obra de arte dio vida a ÀligaPilates. Manel Landete y yo estamos profundamente agradecidos con Katherine, y también nos sentimos en deuda con el apoyo de otros amigos como Kathleen Fluegel, Fabien Menegon, Fernando Ansorena, Maria Masot, Kevin Taylor, Valentina Sutovsky, Ferran Carvajal, y con todos nuestros dedicados clientes.


Trevor


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